“(…) Es evidente que no puede hablarse de una verdadera unidad nacional sin contar con la participación activa de los centenares de miles de habitantes de nuestro país que, dentro y fuera de los diversos partidos y organizaciones populares, profesan el credo católico y defienden su derecho a seguir libremente sus prácticas religiosas (…).
La influencia que el catolicismo ejerce en la vida social y política de nuestro país, no puede ni debe ser subestimada. (…) Entre comunistas y católicos no existen incompatibilidades que les impidan marchar unidos, pues nosotros respetamos la libre emisión de ideas y el derecho de practicar los cultos religiosos.
Nuestros enemigos han utilizado argumentos de mala fe con el fin de hacer creer a los católicos que perseguimos a la religión. Esto es mentira.
Nuestra posición respecto de la religión es bien conocida. Nos guiamos por la teoría científica del marxismo-leninismo, que tiene en cuenta las raíces sociales de las religiones; por eso, los comunistas hemos sostenido siempre, y seguimos sosteniendo, que la agitación chabacana y las actitudes irreverentes contra la religión y la Iglesia —tan gratas a los anarquistas y demás revolucionarios pequeñoburgueses— no sirven a los intereses de la clase obrera y del pueblo.
Lenin enseña que “debemos no solamente admitir, sino atraer de un modo especial, a los obreros que creen en Dios”, y agrega: “estamos resueltamente contra el menor insulto a sus convicciones religiosas, pero los atraemos para educarlos en el espíritu de nuestro programa, y no para que lo combatan”. (…)
Es preciso elevar a primer plano los puntos o cuestiones de coincidencia con los católicos. Poner de relieve lo que nos une, y no lo que nos puede separar. Los puntos que actualmente nos unen a los católicos son muchos y de diversa índole, ya que emanan de los problemas que hoy preocupan a toda la humanidad civilizada”.
Fragmentos de “Los Comunistas, los católicos y la unión Nacional”, extracto de la intervención de Codovilla en el X Congreso del PCA (1941).